Zona Especial NOISE: la historia de y desde las cloacas

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Entrevista con David Von Rivers. Parte 1

Años 80. Con la algarabía y superficialidad del converso, la sociedad española -o más bien sus mecanismos culturales institucionalizados- abraza la voluptuosidad de la nueva ola. Mientras, en los márgenes, nuevos géneros de difícil aceptación entre los círculos de lo comercializable comienzan su andadura con una mezcla de ilusión e ingenuidad. Son los habitantes del subsuelo, de las cloacas, el punk, el hardcore, el grindcore, el thrash, aquellos géneros que, en definitiva, fueron ignorados en su día por los medios de comunicación y que hasta ahora no habían gozado de una crónica a la altura. Zona Especial NOISE: crónica de una destrucción musical en el underground español de los años 80 (Beat Generation) da lo que promete y pone solución a ese vacío literario. David Von Rivers ha indagado de manera casi obsesiva para regalarnos uno de los relatos más detallados que recuerdo no ya del underground español, sino prácticamente de cualquier género. Este ZEN es, en cierto modo, una cura de humildad para esos libritos -mejor no concretar- que se autodefinen como crónicas cuando son poco más que someros acercamientos. En esta primera parte de la entrevista con su autor hablamos, entre otras cosas, del extremismo musical actual y pretérito, de la salud de las diferentes escenas subterráneas y del proceso de construcción de una obra de estas características.

Pd: Dada la extensión y la sustancia de las respuestas del entrevistado -al que agradezco enormemente el tiempo que ha debido gastar respondiendo- , he decidido dividir la entrevista en dos partes. La segunda parte se publicará próximamente.

Galgo: Entiendo que a la hora de afrontar una labor casi enciclopédica como la de Zona Especial NOISE lo primero es acudir a las fuentes. ¿Cómo se afronta un esfuerzo tan, a priori, inabarcable? ¿Es posible discernir entre los testimonios apegados a la realidad y en los que cualquier parecido con esta es circunstancial?

David Von Rivers: La verdad es que se está calificando a menudo a Zona Especial Noise como una enciclopedia, cuando en realidad no cumple esos requisitos para nada. En realidad, como se especifica en la portada, es una crónica, y ahí es donde he puesto todo el énfasis. Volviendo a la pregunta: mi primer libro Navia Caótica terminó siendo bastante extenso, así que ya contaba con que ZEN fuese a ser otra cantidad de trabajo ingente, pero, obviamente, era algo que me apetecía hacer. Inicialmente, usé esa estrategia de defensa psicológica de decirme, bueno, voy a llegar hasta donde pueda, pero en el transcurso de este trabajo me obligué a ir más allá, y a no conformarme ni a dar por buenas cosas que se podían mejorar. Repasar un texto no es autoconvencerte de que está bien, es hacer que sea mejor, y esto sucedió varias veces. Es más, me sigue sucediendo, ahora que está terminado, que sigo viendo cosas que considero que son mejorables. Supongo que una obra de este tipo nunca se termina del todo. Uno de los aspectos que al principio fue más difícil fue el acceso a los fanzines y demás fuentes escritas de la época. Para mí han sido una fuente determinante, creo que ahí subyace toda la verdad de una forma mucho más genuina y descarnada que en los testimonios que se puedan obtener en cualquier momento posterior, una vez que la memoria inicia su labor de olvido y reconstrucción. Generalmente, confecciono un esquema con las cuestiones más incontrovertibles, datos bastante sólidos, y a partir de ahí voy preguntando cosas a mis interlocutores o colaboradores. Una cosa va llevando a la otra, y al final he ido contactando con mucha gente. En el proceso voy testando un poco la memoria de cada uno, y el tipo de testimonio en que mi interlocutor es más eficaz, si es en la parte cronológica, si es una persona que cuenta buenas historias o anécdotas, o si es una persona más reflexiva y plantea temas interesantes sobre la época. Cada cosa tiene su valor e interés, lo único que no me interesa es la nostalgia. Sólo considero a un interlocutor malo cuando pretende manipular los datos, aún a pesar de las pruebas. Afortunadamente, estos casos son muy escasos.

En tu concepción de la escena subterránea extrema -o extremista como tú dirías- de aquella época se percibe un ánimo casi sociológico, lo cual convierte a este ZEN en algo especialmente interesante, pues no te limitas a enumerar datos, sino que los utilizas y llegas a conclusiones con ellos. De hecho, este primer volumen tiene como colofón una serie de reflexiones socio/psicológicas acerca del estado pasado y presente de la escena extrema con las que no puedo estar más de acuerdo en su mayoría. Imagino que concebías el libro como algo más que una simple enumeración de géneros y bandas. ¿Qué buscabas en un primer momento?

Pues creo que inconscientemente buscaba lo que siempre busco cuando le pongo la mano encima a un libro sobre un tema que me interesa: que me haga partícipe de la historia, que me lleve ahí, me informe, me entretenga, y sobre todo, que se evite dar cosas por sentado.

Seguro que a lo largo de tu vida has presenciado alguna vez el típico debate acerca de si las bandas nacionales están a la altura de las internacionales, o, en los casos menos optimistas, qué es lo que ha faltado para que la escena de aquí fuese tan relevante como otras. Después de muchos meses de trabajo, y con toda la información fresca, me propuse responder esta cuestión, y las conclusiones que aparecen al final del libro son las que he encontrado. En ese sentido, creo que es necesario elaborar la información para producir un conocimiento más elevado. Evidentemente, puede haber más factores, esto no es una cosa tan sencilla como algunos quieren hacer creer, pero creo que, como punto de partida, son unos puntos interesantes.

En el libro referencias infinidad de zines, revistas, bandas, locales autogestionados y en general mucho de todo aquello que posibilita la aparición y conservación de una escena local. Hoy en día cabría suponer que con un internet totalmente integrado en nuestras vidas y en nuestras relaciones interpersonales, las diferentes escenas y subescenas gozarían de una salud que personalmente no percibo, al menos en las que conozco. ¿Se ha perdido la militancia y solidaridad que hacían posibles las escenas locales?

Sé que mucha gente opina como tú, y en cierta manera he llegado a pensar lo mismo en alguna etapa de mi vida, pero, si te digo la verdad, creo que esa militancia y solidaridad siguen estando ahí, al menos en algunos ámbitos o escenas. Lo que ocurre es que, desde hace años, las escenas underground se han masificado hasta tal punto, que realmente ya no parecen underground. Y la masificación siempre trae consigo gente con escasa implicación, con vínculos muy débiles o temporales. En otras palabras, gente que está de paso por el rollo, aunque algunos hagan mucho ruido. Pero en la actualidad sí que veo círculos de gente haciendo cosas, estableciendo lazos con otros colectivos y colaborando y cooperando en proyectos y actividades conjuntas, como siempre se ha hecho. En ocasiones no tienen un gran público ni obtienen unos resultados muy vistosos, pero sin duda su público es el adecuado, es decir, gente que entiende que hay que pagar un precio por la entrada de un concierto, por pequeño que sea, aunque este sea la voluntad, porque los grupos de gira tienen sus gastos, gente que cuida y respeta los entornos y lugares en los que se celebran los conciertos, gente que se comporta con respeto hacia los demás asistentes, creando entornos cómodos y seguros para todo el mundo, etc. A este respecto, tengo que decirte que en los últimos años he ido a algunos conciertos inolvidables, muy bonitos, donde recuerdas tanto la música como el buen ambiente que ha habido en general. Para mí, este es el tipo de cosas con corazón que hacen que el underground siga vivo, sitios en los que te sientes cómodo, aunque no conozcas a casi nadie, y que no tienen punto de comparación con alguna mega-verbena como el Resurrection Fest, con manadas de posers intentando demostrarse algo entre sí mismos

Desde el principio diferencias entre música extrema y extremista. Especialmente reveladora es la cita de Lee Dorrian que aparece al comienzo del libro: “La cuestión es que la música extrema ya es un estilo de música aceptado. La música extrema es un género por sí misma. Y según lo veo yo, cuando algo se vuelve aceptable ya no es extremo”. ¿Dónde se encuentra el “extremismo” en la actualidad?

Qué buena pregunta y qué difícil de contestar. En el libro diferencio entre lo «extremista» como una tendencia, mientras lo «extremo» hace referencia a la meta estática alcanzada por el extremismo. En ese sentido, me pregunto: ¿cuánto más extremo que From Enslavement To Obliteration se puede ser? 

Evidentemente, ha habido bandas que han podido llevar esto más lejos, o que han utilizado otros elementos para llegar a una conclusión semejante, como por ejemplo John Zorn, precisamente inspirándose en Napalm Death, con sus grupos Naked City o Painkiller. Lo inédito de la década de los 80 es que se dio esa verdadera vanguardia extremista, con una evolución viva y muy rápida, en la que se crearon unos nuevos modos, lenguajes, maneras, estilos e incluso técnicas (aunque el resultado pueda parecerse, nada tiene que ver la esforzadísima técnica de Dave Grave Hollingshead con la de Mick Harris, por poner un ejemplo). En la actualidad hay bandas como Lebenden Toten o Portal, que han llevado el hardcore punk o el death metal un paso más allá, aunque tan sólo sea unos centímetros, pero esos modus operandi están bien integrados, hay mapas de lo extremo. Ser extremista resulta cada vez más complicado cuando existe una tradición de lo extremo, es como batir un récord olímpico, las diferencias son cada vez más centesimales, cada vez se notan menos, cuesta que aparezca algo tan rompedor y transgresor como Napalm Death, por ejemplo. Dentro del noise e industrial tienes propuestas abrasivas y abstractas hasta el límite de la tolerancia, el dolor o el aburrimiento, como el HNW o el drone, que hay quien considera que son una verdadera tomadura de pelo, pero esto tampoco son cosas novedosas porque, en realidad, Merzbow y otros monstruos japoneses llevan haciendo ese tipo de ruido más de 40 años. Incluso estaba Hanatarash a principios de la década de los 80, cuyo extremismo era verdaderamente peligroso, dado que el grupo se caracterizaba por unas actuaciones que llegaban a dañar o poner en serio riesgo la integridad tanto de los intérpretes como del público asistente, e incluso la propia sala donde tocaban.

Alan Moore usaba una analogía con el copo de nieve fractal de Koch que creo que se puede aplicar a esto. Se pueden suministrar detalles extremistas, pero el área de lo extremo parece siempre la misma. Es difícil conseguir algo más extremo y que a la vez mantenga un significado que lo que hicieron Napalm Death con From Enslavement To Obliteration. A no ser que quieras ponerte a chapotear en basura ruidosa y controvertida porque sí, como es el caso de algunos tipos de goregrind y pornogrind, death metal palero de dormitorio o algún tipo de noisecore misógino. 

Lo interesante de los años 80 es que el extremismo de los ámbitos del hardcore y el thrash metal era una reacción a algo, a una frustración, a unos valores no aceptados, a una cultura impuesta, a una música percibida como poco interesante y manipulada por los medios, mientras que ahora, lo extremo, en vez de una respuesta, es una suerte de tradición. Y un extremista sonoro debería preguntarse si toda esta tradición extrema no será en realidad un escollo que debiera de hacer saltar por los aires para llegar más lejos. Así que, por todas estas razones, creo que en este momento la búsqueda de lo más extremo resulta un tanto pueril. Usé la cita de Lee Dorrian porque me gusta mucho leer sus entrevistas, me parece un tipo muy sabio, y creo que sabe perfectamente que en el ámbito del metal, lo extremo es una fórmula desde hace mucho tiempo, un lugar seguro, por paradójico que esto parezca. En el hardcore punk la escalada de violencia sonora no es tan relevante en sí misma y no existe ese regocijo metalhead por ser más duro que nadie. Por eso creo que ser extremista porque sí no tiene valor, y por eso incluí esa otra cita de Penny Rimbaud al comienzo del libro. A veces se tiende a pensar que lo extremo es inconformista, pero luego se ven situaciones paradójicas, como seguidores del metal extremo que se llevan las manos a la cabeza y huyen despavoridos cuando escuchan harsh noise u otro tipo de música industrial o electrónica, porque resulta demasiado extremo para sus oídos extremos. A veces se ponen peros a grupos extremos porque no cumplen todos los cánones extremos y hay algún elemento al que el público no está acostumbrado, y no digamos ya nada de cuando se introducen contenidos políticos en la música, algo que hicieron los grupos punk, hardcore, thrash metal o grindcore en su época, y que hoy parece poner nervioso a más de uno. Lo cierto es que para ser extremista es necesario consumir otros tipos de música, además de la música extrema con la que uno se siente cómodo. Creo que los caminos divergentes de Mick Harris y Napalm Death son un claro ejemplo de esto. Con Scorn, Harris tuvo una evolución sorprendente y apasionante, mientras que Napalm Death adoptaron una fórmula y ahí se quedaron, con pequeñas transgresiones controladas.

De igual manera, creo que la aceptación del público general no debe de ser el único criterio para evaluar lo extremista o extremo de una propuesta. Sólo hay que recordar que, ya en 1989, Napalm Death aparecieron en la BBC, ¡y en un programa infantil, nada menos! He visto a Emma Ruth Rundle tocando para menos de cuarenta personas, y por otro lado he visto conciertos de bandas escasamente originales o relevantes del ámbito grindcore o death metal con un público completamente hacinado en la sala. Así que, en definitiva, diría que, si existe la música extremista, esta está en cualquier ámbito en que no te sientas del todo cómodo. Personalmente, me interesan las bandas que saben mantener las raíces de géneros ya pautados formalmente desde hace décadas, pero aportando su toque personal, como es el caso de Leprophiliac, Proscrito, Totengott, Balmog o grupos que realmente no son lo más extremo del panorama, ni lo pretenden ser, pero huyen de la comodidad y las fórmulas, como es el caso de Orthodox (ndr: a los que entrevistaremos próximamente), Birushanah, Pylar, Balcanes, No Sanctuary o los nunca demasiado poco echados de menos Moho. Supongo que si quieres tener una respuesta mejor a esta pregunta tan interesante y buena, se la deberías de traspasar a alguien como Oriol Rosell, Jesús Brotons, Fernando Julkarn, Javier Félez, Antonio Martín o Marco Serrato, por ejemplo. O quizás se pueda responder a esta difícil pregunta con una sola palabra: Corrupted.

¿Qué es Zona Especial NOISE?

Es una vasta e interesantísima crónica de los albores de la música «extremista» en la España de los 80. La cantidad y calidad de sus testimonios la legitima como una de las obras que mejor retrata el underground de la época. Lo edita Beat Generation y lo puedes conseguir a través de www.munsterama.com.