Warning: la amenaza kitsch del espacio exterior
Si estás leyendo esto, es muy probable que seas una de esas personas que, como yo, disfruta cual cerdo en cochiquera del mero placer de bucear en las profundidades de internet buscando una especie de piedra filosofal, ese grupo del que, incomprensiblemente, no tenías noticia y que se convierte por algunos días, a veces semanas -otras solo horas-, en una obsesión. Bien, eso fue lo que me pasó a mí con Warning, un dúo alemán -no confundir el grupo de heavy metal francés ni con los doomers estadounidenses- que, tirando de topicazo, se adelantó a su tiempo con su inclasificable mezcla de estilos, que van desde el heavy metal al electro pasando por la música disco o el rock progresivo, y su peculiar propuesta estética.

La portada del debut homónimo del 82 ya era una advertencia. Dos seres enlutados, tocados con unas estrafalarias gafas y unos tubos metálicos que nacen de unas invisibles fauces, descienden por la pasarela de lo que parece ser una nave extraterrestre. No vienen a hacer amigos. Los dos entes son sospechosamente parecidos a los de la portada de Never Say Die de Black Sabbath, realizada, tan solo unos años antes, por el colectivo de diseño Hipgnosis, de quienes ya hablamos largo y tendido. Tomémoslo como un homenaje y no como lo que era: un plagio grosero. El pastiche estético de la portada se extrapolaría, como veremos, al plano musical.
El disco se inicia con ‘Why Can the Bodies Fly’, la canción más conocida del dúo, debido sobre todo a que formó parte de la banda sonora de un episodio de Tatort. Esta serie policiaca, longevísima (desde 1970 y aún en activo) y más que mítica en la televisión germana, siempre ha tenido cierto tino en su selección musical: en sus episodios se puede escuchar a Tangerine Dream, Can, Rammstein o Die Toten Hosen, entre otros artistas. Gracias a esta aparición, la canción llegó al número 11 de los charts de su país, todo un hito para una banda muy alejada de cualquier canon comercial.
Tras una intro de insinuantes sintetizadores, ‘Why Can the Bodies Fly’ se muestra como un ejercicio de heavy metal heterodoxo. Apoyándose en una batería potente, ligeramente distorsionada y comprimida que, sin serlo, a veces suena como una caja de ritmos, en unas guitarras graves y amenazantes y en unos sintetizadores omnipresentes, surge, entre unos coros femeninos loquísimos -no se pueden definir de otra forma-, la perturbadora voz de Ed Vanguard. Ralf Schlepper, su nombre real, canta como si estuviera en un casting para elegir al Darth Vader de una atracción de feria. Es una voz impostada y melodramática, pretendidamente aterradora, gutural y distorsionada, de villano de película de ciencia ficción de serie Z de los 50, de un Dalek ciclado de Dr Who o, como dicen muchos comentarios de Youtube, esa fuente de sabiduría inagotable, de Cookie Monster. Una voz perfecta para la excéntrica propuesta de Warning.
El resto del disco fluctúa entre territorios aparentemente dispares, una diversidad que ha hecho que se califique a los alemanes como un grupo avantgarde. Así, encontramos la pesadez y potencia propias del heavy metal y del proto doom en canciones como ‘Magic Castle’ o ‘Message’, nos topamos con aterradores interludios sintetizados en cortes como ‘The Door (Pt. 1)’ -en lo que es prácticamente un precedente del dungeon synth-, y asistimos incluso a pasajes que lindan con electro y el disco en ‘In Crowd’, la conclusión del álbum. Un mejunje estilístico/estético coronado por la grandilocuencia propia del prog electrónico setentero, el de la Escuela de Berlín, con Klaus Schulze, los ya citados Tangerine Dream o Edgar Froese como algunos de sus representantes más célebres.
La intrazabilidad de un origen
Antes de seguir con la breve carrera de Warning, merece la pena detenerse en la trayectoria previa de Edgar Schlepper/Ed Vanguard, la mente pensante, junto a Hans Müller/Mike Yonder, detrás del grupo. La evolución musical de Schlepper, en lugar de ayudarnos a entender las razones de la existencia de la banda, nos sumergirá en el terreno de lo tróspido.
En los 70, Edgar componía canciones para solistas alemanes que si bien en su momento debieron tener algún tipo de repercusión a nivel local, el tiempo se ha encargado de situar en la más absoluta intrascendencia. Más allá de estos trabajos alimenticios, Schlepper escribía sus propias composiciones en álbumes que hoy llaman la atención más por sus portadas horteras que por su contenido artístico. En 20 Disco Hits in Super Sound, Top Hits in Supersound o Dancing through the night, tres de sus álbumes en solitario de los 70, escuchamos inofensivas tonadillas que bien podrían ser la banda sonora de alguna de las películas erótico festivas típicas de la época, esas en las que el pelo es ley.

Por otro lado, el bueno de Edgar hizo su incursión, esta vez bajo el poco sútil pseudónimo de Jean Bill Board, en terrenos más electrónicos y espaciales con Galaxy Flash, un disco en el que combinaba, de manera no especialmente brillante, etéreos sintetizadores con ritmos latinos secuenciados (sí, ritmos latinos secuenciados). Fue en este proyecto donde comenzó a aflorar su predilección por la ciencia ficción, algo que desarrollaría plenamente en Warning.
Dada la limitada información existente, reconstruir los orígenes del dúo es un ejercicio de especulación. Se dice que Schlepper regentaba una tienda de discos en la que, con la ayuda de Müller, que a su vez trabajaba en un sello discográfico, comenzó a experimentar con un sintetizador. Estas sesiones de experimentación desembocarían en la creación del grupo, siempre según esta versión apócrifa encontrada en algún lugar de internet.
Electric Eyes: el canto del cisne
Tras el inclasificable pero brillante debut, el dúo desarrolló su propuesta en un segundo disco, el más refinado y melódico Electric Eyes (1983), dejando de lado en gran medida el regusto metálico del debut y centrándose en sonidos cercanos al electro e incluso al italodisco.
El acercamiento a estos géneros no desembocó en un gran éxito comercial. De hecho, en perspectiva, Electric Eyes ha tenido una menor repercusión que su predecesor. La voz de Vanguard, que en cierta manera se amoldaba a la tétrica música del debut, empezó a sonar fuera de lugar. Las canciones, de estructuras más convencionales y con arreglos e instrumentaciones más melódicas, parecían demandar otro tipo de timbre; uno que no se convirtiera en el centro de atención de manera tan exagerada.
Ya desde la inicial ‘White Camels’ observamos esta nueva dirección. Los sintetizadores, junto a unas baterías minimalistas, toman todo el protagonismo y nos conducen a un universo futurista y épico, propio de la película Tron, que se había estrenado tan solo un año antes. ‘Soldier of the light’, ‘They are on their way again’ o ‘The Spider’ siguen esta senda, atmosférica y de evidente sensibilidad pop y trazas minimal wave. ‘Journey to the Other Side fue el single elegido para el álbum. En él se dan cita todos los elementos que hacen de Warning una banda tan especial: largos interludios de sintetizador, la exagerada carraspera de Vanguard en todo su esplendor, coros femeninos imposibles, letras surgidas de una visión pesadillesca y un solo excepcionalmente bien tocado, dando cuenta de lo dotados que eran como músicos.
A pesar de la evidente calidad de todo lo que hicieron, Warning «solo» fueron capaces de legarnos dos discos y un puñado de buenas canciones. La brevedad de su carrera, y esto es pura elucubración, se pudo deber a la disonancia voz/instrumentación; ese contraste, más exagerado en el segundo disco, entre la abominable voz de Vanguard y las ambiciones electropop de las composiciones. Con estos mimbres, el éxito comercial era poco menos que una quimera. Los primeros 80 no eran, tal vez, los años apropiados para que esta combinación floreciera comercialmente -aunque si no ocurrió entonces, ¿cuándo?-. Probablemente tendrían que haber seguido la senda marcada en el álbum homónimo para asegurarse una carrera más longeva; no de gran éxito, pero sí más larga.
En cualquier caso, es de recibo reconocer la innovación y originalidad de un grupo que, más allá de lo kitsch de su propuesta, se ha convertido en algo más que una simple rareza. Pungent Stench, por ejemplo, les rindieron homenaje con una versión de ‘Why Can the Bodies Fly’, dándolos a conocer a toda una generación de metaleros en los 90, y su parafernalia estética ha influido, más o menos directamente, en multitud de artistas -¿quién no va tapado hoy día?-. Warning son un grupo a reivindicar por lo que son: una deliciosa y heterodoxa rara avis.