Una banda llamada X

Integrada por John Doe al bajo y a la voz, Exene Cervenka a la voz y como letrista principal, Billy Zoom a la guitarra y DJ Bonebrake a la batería, X es una banda constituida en Los Angeles en la segunda mitad de los años setenta y que se ha mantenido en activo, de forma intermitente, hasta nuestros días. Recientemente, con fecha de 22 de abril de 2020 y casi 27 años después de su último trabajo discográfico grabado en estudio, un nuevo álbum de la banda, de título Alphabetland, ha salido a la luz. Por este motivo, nos encontramos ante una situación inmejorable tanto para repasar la discografía de una banda de culto, como para tratar de averiguar qué demonios han estado haciendo sus componentes entre la publicación de Hey Zeus! en 1993 y la edición de Alphabetland hace solo unos meses.

La historia de X comienza a mediados de la década de los setenta, cuando John Nomensen Duchac (más conocido como John Doe) su traslada a Los Angeles desde su Baltimore natal, con la cabeza puesta en formar una banda en su nuevo lugar de residencia tras varios intentos infructuosos en su ciudad de origen. Tras la publicación de un anuncio en un periódico local, a Doe se le uniría Ty Kindell (más conocido como Billy Zoom), guitarrista originario de Savannah, Illinois, con ya cierta experiencia a sus espaldas en varias bandas de la escena rockabilly, blues y R ‘n’ B de la capital californiana, y con el que Doe compartía interés en artistas como Patti Smith o The Ramones.

Una banda llamada X

Muy poco tiempo antes de conocer a Zoom, Doe había iniciado una relación sentimental con otra angelina de adopción (originaria de Tampa, Florida) llamada Christine Cervenkova (más conocida como Exene Cervenka), joven aspirante a poeta que, ante la petición de su pareja de utilizar uno de sus poemas para interpretarlo con su recién constituida banda, respondió que le parecía perfecto siempre que contasen con ella como vocalista.

En los primeros pasos de la formación pasarían por la misma una sucesión de baterías (entre los que cabe destacar a Nicky Beat, de The Weirdos) que en ningún caso llegarían a consolidarse hasta la llegada, a principios de 1978, de Donald J. Bonebrake, único miembro de la formación clásica de X oriundo de California.

Ya con sus cuatro componentes más reconocibles, la banda publicaría su disco de debut, titulado simplemente Los Angeles, en 1980, contando con todo un personaje ilustre a los mandos de la producción. Ni más ni menos que Ray Manzarek, teclista de los legendarios The Doors, apadrinó a la banda californiana y no solo produjo el álbum, sino que también prestó sus servicios a los teclados en algunos de los cortes incluidos en un trabajo en el que ya se encuentran las principales señas de identidad de la formación: actitud punk, elementos de rockabilly, rock & roll clásico y psicodelia, y un juego de voces entre Doe y Cervenka totalmente reconocible que acompañará a la banda a lo largo de toda su trayectoria.

Con una producción impecable de Manzarek, Los Angeles no solo es un álbum de una madurez impropia para un debut, sino que supone un elemento básico y definitorio para comprender la por entonces incipiente escena del punk californiano.

X – Los Ángeles

Todavía con Manzarek a la producción y solo un año después de su ópera prima, X publicaría su segundo trabajo, titulado Wild gift. Con apenas unos meses de diferencia respecto a su disco de debut, nos encontramos ante una obra eminentemente continuista que profundiza en la línea trazada por Los Angeles y con la que X conseguiría de nuevo un resultado notabilísimo, consolidándose como una de las bandas más interesantes del panorama punk del estado dorado.

X – White girl

El sonido de la banda experimentaría un ligero cambio con la publicación, ya en 1982, de Under the big black sun. Influidos por un pesimismo existencial consecuencia del fallecimiento de la hermana de Cervenka, la banda apostaría por un sonido que, sin abandonar las raíces punk de la formación, incorporaría una serie de elementos country algo alejados de los parámetros en los que se movían sus dos trabajos previos.

Todavía con Manzarek como productor, a pesar de todo, los resultados del álbum serían igualmente satisfactorios, contando una vez más con el beneplácito generalizado de la prensa especializada. La variación en términos estilísticos no es todavía muy acusada y las principales señas de identidad que habían caracterizado a la banda hasta el momento siguen presentes, pero el toque de country (apreciable en piezas como “The have nots”, por ejemplo) serviría para apuntar en la dirección hacia la que la banda se dirigiría en un futuro que poco a poco se acercaba.

X – The have nots

El nuevo matiz sonoro evidenciado en Under the big black sun se vería confirmado y multiplicado en More fun in the new world, álbum editado en 1983 y último de la época dorada de la banda californiana. Con una influencia country cada vez más presente y todavía con Ray Manzarek como apoyo en la producción, en la que sería su última colaboración con la banda, X daría luz a la que acabaría por resultar, tal vez, su última gran obra. Un disco genial, que constantemente provoca sentimientos contradictorios en el oyente, a medio camino entre la melancolía y la alegría, y que suena, de hecho, a una noche de juerga con un amigo al que uno sabe que no va a volver a ver en mucho tiempo.

X – I must not think bad thoughts

Con cuatro trabajos bajo el brazo, X habían alcanzado ya el estatus de banda de culto y gozaban del reconocimiento tanto de aficionados como de crítica especializada. No obstante, ya a mediados de la década, todavía se les negaba el éxito masivo. Con ese hecho en mente decidieron, por vez primera, prescindir de los servicios de Ray Manzarek como productor y recurrir a los de Michael Wagener, conocido por su trabajo con bandas que bien poco tenían que ver con nuestros protagonistas (tales como Dokken o Stryper), y que posteriormente llegaría a producir trabajos de gentes como Skid Row o Extreme. 

La edición en 1985 de su quinto disco, Ain’t love grand, trajo consigo, en consecuencia, un cambio radical en el sonido de una banda que, persiguiendo alcanzar el éxito masivo que hasta entonces se le había negado, optaría por abrazar la sonoridad del hard-rock ochentero de bandas como las citadas en el párrafo anterior. ¿El resultado? Un completo desastre indigno de su trayectoria previa que ni siquiera les valió para gozar de un éxito de público mayor al alcanzado por sus trabajos anteriores. Algunos de los cortes podrían haber sido piezas rescatables de contar con otro trabajo de producción, pero la huella de Wagener (haciendo aquello para lo que lo habían contratado, no obstante) y el giro estilístico tomado por la formación no sirvieron más que para convertir a Ain’t love grand en un disco del que no demasiados quieren acordarse hoy en día.

X – Burning house of love

La consecuencia más inmediata del fiasco artístico y comercial de Ain’t love grand fue la marcha de Billy Zoom del grupo, siendo sustituido por Dave Alvin primero y por Tony Gilkyson después. El matrimonio que habían formado hasta entonces Doe y Cervenka acabó también por desmoronarse y, en ese contexto, con los dos líderes de la banda recién divorciados y con sucesión de guitarristas nuevos en la formación, fue en el que se produjeron las sesiones de grabación de See how we are, sexto LP editado por los angelinos.

Teniendo en cuenta los condicionantes mencionados y la decepción que supuso Ain’t love grand, las perspectivas no eran, desde luego, las mejores. El momento creativo del que venía la banda era, con diferencia, el punto más bajo de toda su carrera, y las circunstancias personales de los diversos integrantes no parecían las más adecuadas para lograr un resultado satisfactorio.

En See how we are los elementos punk de los inicios de la banda están virtualmente ausentes salvo en algún corte aislado y la banda apuesta decididamente por un country-rock que influiría poderosamente a bandas posteriores como Wilco, dando a luz a un trabajo (producido por Alvin Clark) que, si bien no llega a las altas cotas de sus cuatro primeros trabajos, sí que resulta una más que digna continuación de lo ya apuntado en More fun in the new world. Particularmente reseñable, además, teniendo en cuenta las circunstancias personales que rodearon a la banda en el momento de su grabación.

X – 4th of July

La formación continuaría en activo y solo un año después de See how we are editaría un álbum en directo grabado en el mítico Whisky a Go-Go de Los Angeles, pero progresivamente su actividad iría decayendo hasta desembocar en una discreta separación, sin bombo ni platillo, apenas unos meses después.

X – In this house that I call home

Cuando volvieron a la actividad, a principios de los noventa, el mundo del rock había sufrido un terremoto originado en Seattle, y la moda predominante se había trasladado desde el hard-rock de bandas como Guns ‘n’ Roses o Motley Crüe que triunfaba cuando X se separó en 1988, hacia el movimiento catalogado como grunge, capitaneado por bandas como Soundgarden, Nirvana, Alice In Chains o Pearl Jam, y que también contaba en California, con Stone Temple Pilots, con unos representantes de excepción.

Hey Zeus!, publicado en 1993, supone un claro intento por parte de X de adaptarse a la corriente mayoritaria de una época en la que, si bien pudimos disfrutar de muchísimas bandas legendarias, también proliferaron un gran número de bandas clónicas con apenas nada que aportar. El resultado no fue un desastre mayúsculo como Ain’t love grand, su anterior intento de adaptarse a la corriente imperante de una época determinada, pero tampoco resultó en un trabajo particularmente reseñable. La producción de Tony Berg es impecable, en este caso, pero el disco carece del alma de los mejores lanzamientos de la banda y evidencia una falta de dirección bastante acusada.

X – Big blue house

Desde el lanzamiento en 1993 de Hey Zeus! y hasta el lanzamiento de Alphabetland en 2020 la banda ha permanecido en activo de forma intermitente a pesar de no editar ningún trabajo de estudio en todos estos años. Como acontecimientos más significativos podemos citar la edición del interesantísimo directo en acústico Unclogged en 1995 (donde demuestran que hasta algunas de las canciones de Ain’t love grand llegan a funcionar radicalmente mejor partiendo de un enfoque distinto), la vuelta de Zoom a la formación en 1998 para una supuesta gira de despedida que finalmente no fue tal, o la edición en 2005 de un DVD titulado X – Live in Los Angeles, con el que conmemoraron el 25 aniversario de su álbum de debut. También participaron en una extensa gira por Sudamérica, Centroamérica y Europa abriendo para Pearl Jam a lo largo de 2011 y 2012 y, de hecho, a pesar de no producir material nuevo, la banda ha seguido protagonizando extensas giras con cierta asiduidad.

X – See how we are

No sería hasta principios de 2019, más de un cuarto de siglo después de la edición de su último álbum de estudio, cuando se decidirían a iniciar las sesiones de grabación que servirían para dar forma a Alphabetland. Estando previsto su lanzamiento para verano de 2020, el encierro global por culpa del coronavirus hizo que, aprovechando una coyuntura en la que tal vez se haya escuchado más música que en cualquier otro momento de la historia reciente, la banda decidiera poner el disco a disposición de todos sus seguidores en su perfil de Bandcamp el pasado día 22 de abril.

Con Rob Schnapf (antiguo colaborador de Beck, Fu Manchu o Booker T. Jones) a los mandos de la producción, X nos ofrecen con Alphabetland un trabajo corto (tan solo 27 minutos) pero apreciable y que, sobre todo, suena sincero. Un trabajo con el que no inventan nada nuevo ni evolucionan en ninguna dirección diferente a las ya transitadas previamente, pero que suena a una banda haciendo lo que quiere, cuándo quiere y cómo quiere. Desde luego no es un disco que esté a la altura de sus cuatro primeros trabajos, pero si al hablar de More fun in the new world comentaba que recordaba a una noche de despedida con un viejo amigo, Alphabetland suena a un reencuentro con un colega al que hace tiempo que no ves, pero con el que, independientemente del tiempo que haya pasado desde la última vez, sabes que vas a pasar un buen rato.

X - Alphabetland

No será un disco que vaya a pasar a la historia, probablemente, pero sí que sirve perfectamente para aportar algo de luz en unos días tan solitarios como los que nos ha tocado vivir recientemente, y con el que X mantienen vivo un legado que, a pesar de algún que otro patinazo, resulta del todo reivindicable.