Los años noventa fueron un periodo convulso para las vacas sagradas del thrash estadounidense. En tan solo unos pocos años, las bandas más reconocibles y populares de la escena (Anthrax, Megadeth, Metallica y Slayer) pasaron de ser unánimemente aclamadas por crítica y público, protagonizando giras mastodónticas y alcanzando cifras de ventas millonarias, a ser repudiadas por un porcentaje significativo de sus antiguos seguidores y vapuleadas de forma casi sistemática por gran parte de la crítica especializada. A lo largo de la década se publicaron tanto obras maestras incontestables como trabajos que hoy en día poca gente recuerda con cariño.
El propósito de este artículo es, por tanto, analizar la totalidad de lanzamientos que estas bandas editaron entre enero de 1990 y diciembre de 1999 para documentar la evolución de cada una de ellas a lo largo de una década caracterizada por los altibajos. Se trata, en consecuencia, de analizar cada álbum por separado y en su contexto, sin entrar a juzgar las bien documentadas (y sobradamente discutidas) circunstancias externas que rodearon a muchas de estas formaciones a lo largo de una década en la que todas ellas sufrieron importantes cambios.
1990
Anthrax – Persistence of time
Anthrax dan el pistoletazo de salida a los noventa publicando su quinto trabajo de estudio, Persistence of time, en agosto de 1990. En él nos presentan una versión de la banda más cruda que la que habíamos disfrutado hasta entonces, con unas letras mucho más maduras, y sacrificando algo de velocidad en beneficio de unas atmósferas más oscuras y densas. El resultado es, sin duda, uno de los mejores trabajos de su carrera.
El principal “problema” de Persistence of time, no obstante, es que solo un mes más tarde, con fecha de septiembre de 1990, tuvo lugar uno de los acontecimientos más relevantes en la historia del metal: la publicación de Rust in peace por parte de Megadeth.
Megadeth – Rust in peace
La banda de Dave Mustaine había dado ya muestras de su potencial en 1986 con la edición del tremendo Peace sells… but who’s buying? Su sucesor, So far, so good… so what? (1988), a pesar de ello, no acabó de colmar las expectativas y dos años después el cambio de década sorprendió a la banda en medio de un periodo de transición que serviría para terminar de conformar la que es, sin duda, la alineación de Megadeth más recordada. A Dave Mustaine (guitarra y voz) y Dave Ellefson (bajo), se unirían Marty Friedman a la guitarra y Nick Menza (tristemente fallecido en 2016) a la batería.
Con la mencionada alineación sería con la que grabarían y publicarían un disco que acabaría por convertirse no solo en su gran obra maestra, sino también en uno de los mejores discos de la historia del metal. Abrazando elementos progresivos, integrados a la perfección en la maraña de endiablados riffs de Mustaine, Megadeth daría luz a un trabajo soberbio. Un álbum con una banda en estado de gracia empujándose más allá de sus propios límites, en el que todos los ingredientes se combinan para dar lugar a un resultado inmejorable, y que, por sí solo, justifica toda una carrera. Obra cumbre del thrash metal en particular y del metal en general, poco más que añadir.
Slayer – Seasons in the abyss
Slayer, por su parte, daban la bienvenida a la década, solo un par de semanas después de la publicación de Rust in peace, con uno de los discos más recordados de su discografía, Seasons in the abyss. En él combinan a la perfección las señas de identidad principales de sus dos álbumes anteriores, la veloz rabia desencadenada de Reign in blood (1986) y las atmósferas más lentas y opresivas de su sucesor South of Heaven (1988), para crear tal vez su obra más redonda. Para la historia quedan el corte que da título al álbum (la mejor composición de toda su carrera, en opinión de este redactor) y su mítico videoclip grabado en la explanada de Giza, en Egipto.
1990 supuso, en definitiva, un año muy remarcable para tres de los cuatro componentes del Big four. Las tres bandas lanzaron al mercado discos básicos en su discografía. Obras que hoy en día son consideradas como esenciales para todo aquel que se pretenda adentrar en su obra y que, en el caso de Rust in peace y Seasons in the abyss, han quedado establecidas en el imaginario colectivo del metal como obras maestras del género.
1991
Anthrax – Attack of the killer B’s
A finales del mes de junio Anthrax lanzó al mercado una recopilación de rarezas, versiones y caras B que supondría la despedida de Joey Belladona, cantante y frontman de la banda desde la publicación del EP Armed and dangerous a principios de 1985. El disco es relevante además por incluir “Bring the noise”, la celebérrima colaboración entre Anthrax y Public Enemy, antecedente claro del rap metal que acabaría por popularizarse a lo largo de la década. Por lo demás, como toda recopilación de rarezas, se trata de un trabajo dirigido específicamente a los fans irredentos de la banda, por lo que el oyente casual no encontrará nada especialmente reseñable.
Metallica – Metallica
Metallica fueron el último integrante del big four en romper su silencio en los noventa. Y con la publicación en agosto de 1991 del conocido como Black album marcaron el que muchos consideran como el final del thrash metal tal y como lo conocíamos. Habiendo publicado cuatro obras básicas del género en la década anterior, Metallica daban la bienvenida a la década con un evidente cambio de registro, más cercano al hard rock que a sus orígenes thrash. El resultado fue no solo una sucesión de himnos arrolladora (con una producción de Bob Rock un tanto excesiva, todo sea dicho), sino también un éxito comercial sin precedentes, traspasando las fronteras del metal para convertir a los integrantes de la banda en estrellas a escala planetaria. El éxito del Black album fue tal que acabaría por afectar no solo al futuro de la banda, del que ya se hablará más adelante, sino también a la dirección musical que el resto de las formaciones protagonistas de este artículo, con desiguales resultados, tomarían a partir de aquí.
En cuanto al aspecto puramente musical, la banda explora con éxito unos horizontes desconocidos previamente para ellos, por medio de un giro estilístico que no sería bien recibido por un porcentaje importante de los antiguos seguidores de la banda, pero que a cambio sirvió para dar a conocer el metal a toda una generación.
Metallica – Sad but true
Slayer – Decade of agression
En el otoño de 1991 Slayer lanzaría Decade of aggression, segundo álbum en directo editado por la banda californiana, grabado en la gira que sucedió a la publicación de Seasons in the abyss. Se echa de menos algún corte más procedente de Hell awaits dentro de una selección en la que la mayor parte de temas pertenecen, como es lógico, a su lanzamiento más reciente, pero por lo demás, se trata de un perfecto testimonio de la grandeza de una banda que se encontraba en un estado de forma tremendo no solo en el estudio, sino también sobre los escenarios.
La grandeza del combo Seasons in the abyss/Decade of aggression, a pesar de todo, se cobró una víctima, ya que Dave Lombardo, genial batería de la formación, optó por abandonar la banda con posterioridad a esta gira. Una notable pérdida de la que, aun no habiendo estado nunca Lombardo demasiado involucrado en tareas compositivas, les costaría mucho recuperarse en años sucesivos.
1991 fue, por tanto, un punto de inflexión para el thrash estadounidense. El éxito alcanzado por Metallica con el álbum negro provocó, con efecto casi inmediato, que Megadeth y Anthrax se replanteasen también la propuesta sonora con la que querían enfrentarse a los noventa. En cuanto a Slayer, no se puede decir que el álbum negro tuviese una influencia demasiado decisiva sobre la dirección musical que tomarían, pero, en cualquier caso, 1991 trajo consigo el primer cambio de formación duradero en la historia del grupo (ya que el propio Lombardo había abandonado la formación previamente en 1986, pero solo para volver unos pocos meses después).
1992
Megadeth – Countdown to extinction
Suceder a una obra maestra como Rust in peace no es tarea fácil. Con dicho objetivo en mente publicaría Megadeth Countdown to extinction, el único disco editado por cualquiera de nuestras bandas protagonistas en el año 92. En él, Mustaine y compañía optan por seguir la senda iniciada por el álbum negro de Metallica, abandonando la enrevesada y compleja sucesión de riffs de su obra magna en beneficio de un sonido algo más accesible y melódico. El resultado es un disco no tan rotundo como su antecesor, pero que se encuentra igualmente entre los mejores trabajos de su discografía. Tal vez lo único que se le pueda reprochar sea seguir de forma tan descarada la línea marcada por el álbum negro, pero, más allá de eso, se trata de un trabajo plenamente satisfactorio en el que Megadeth supera con nota la siempre difícil tarea de suceder a una obra maestra.
1993
Anthrax – Sound of white noise
Llegados a 1993, Anthrax se enfrentaban a un reto mayúsculo. Joey Belladona, frontman de la banda durante los ocho años anteriores, había abandonado la formación, y John Bush, antiguo cantante de la banda de heavy metal californiana Armored Saint, era el escogido para sustituirle. El cambio en el apartado vocal fue drástico, pasando de la voz aguda de Belladona (más próxima al heavy metal clásico que a lo habitual en el thrash de la época) a la tesitura mucho más grave de un Bush que, no obstante, se encontraba en un momento de forma espléndido.
Desde el punto de vista musical, la impronta del álbum negro es también evidentísima en este caso, si bien con una inclinación más acusada hacia el rock alternativo de la época (con Dave Jerden, productor de bandas como Alice in Chains o Jane’s Addiction, a los mandos de la producción) o hacia bandas contemporáneas como Pantera (cuya influencia sobre la música de Anthrax se iría haciendo cada vez más evidente a lo largo de la década). El desafío era, por tanto, mayúsculo. No solo había cambiado la voz principal, sino que la dirección musical de la banda también se había alejado en gran medida de lo mostrado previamente. El resultado, a pesar de ello, fue inmejorable. Bush encajó como un guante en la nueva propuesta musical de la banda, y Sound of white noise acabó por convertirse en una de las joyas de la discografía de Anthrax.
Metallica – Live shit: Binge & purge
Dentro de la mastodóntica gira que sucedió al éxito del álbum negro, Metallica decidió lanzar al mercado un también mastodóntico trabajo en directo, compuesto por tres CD’s integrados por cortes grabados en cinco actuaciones en Ciudad de Méjico entre el 25 de febrero y el 2 de marzo de 1993, y por otras tres cintas de video (DVD’s en las reediciones) con grabaciones de actuaciones de años anteriores.
Hablando exclusivamente de los CD’s, es una lástima que estas grabaciones fuesen al final de la gira del álbum negro, con la voz de James Hetfield lamentablemente perdida para nunca volver. Hetfield, por necesidad más que por decisión, se ve obligado a cuidar su maltrecha garganta, y eso repercute negativamente en unas canciones que, en su mayoría, fueron escritas para cantarse con mucha más agresividad. Se agradecen mucho, en consecuencia, los coros y ocasionales líneas vocales del siempre injustamente olvidado Jason Newsted, más presentes que nunca en estas grabaciones y que sirven para paliar algo las dificultades de un Hetfield que, a pesar de todo, y a diferencia de en otros discos en directo editados posteriormente por la banda, todavía es capaz de mantener el tipo.
En 1992 y 1993 se evidenció, por tanto, lo ya comentado anteriormente: la enorme influencia que el éxito del álbum negro ejerció tanto sobre Megadeth como sobre Anthrax, optando ambas bandas por publicar sendos trabajos en los que se alejaban de sus raíces thrash para abrazar, con resultados plenamente satisfactorios, propuestas más accesibles.
1994
Anthrax – Live: The Island years
Ya con Belladona fuera de la banda, Anthrax editaría todavía un disco en directo con su antiguo cantante al frente, debido a obligaciones contractuales con Island Records, discográfica que acababan de abandonar para firmar por Elektra. En el disco se recopilan grabaciones pertenecientes a un concierto en California en octubre de 1991 (ya editadas previamente en formato VHS), y a unas sesiones en directo, pero grabadas en estudio, que se habían emitido por la cadena de radio WOSU, también conocida como Seton Hall Pirate Radio. Nos encontramos, por tanto, con un trabajo que no pasa de mera curiosidad, pero que supone el único testimonio en directo (en formato disco) de la considerada por muchos como época dorada de la banda.
Slayer – Divine intervention
El año 94 continuaba con el primer álbum de la carrera de Slayer en el que participó un miembro no original de la formación, el batería Paul Bostaph. Al contrario que nuestros otros protagonistas, Slayer se mantuvieron ajenos a la influencia del álbum negro y optaron por mantenerse fieles a sus raíces y editar un trabajo que, de hecho, retrotrae en muchos momentos a los caminos explorados ocho años antes con Reign in blood, olvidando los matices casi progresivos de Seasons in the abyss para optar por una formula mucho más directa, excepción hecha de algún corte aislado como el que da nombre al disco. Divine intervention no es un trabajo tan memorable como los anteriores álbumes de la banda, y su producción dista de ser perfecta, pero a pesar de ello se trata de un trabajo rescatable que, escuchado con perspectiva, ha aguantado muy bien el paso del tiempo. No es una obra maestra, pero sí es un trabajo decente, con momentos de inspiración remarcables, y al que en su momento se atacó duramente con no demasiada justificación. Supone, además, el último exponente de thrash metal puro y duro que nos ofrecería cualquiera de estas bandas en la década, lo que no deja de ser destacable.
Megadeth – Youthanasia
El primer lustro de la década (y, de paso, la primera parte de este artículo) se cierra con Youthanasia, sexto trabajo de estudio de Megadeth y tercero consecutivo con la misma formación por primera vez en toda la andadura de la banda. Se trata de una obra continuista, que profundiza en la vertiente melódica de Countdown to extinction, alejándose aún más de la vertiente thrash de los primeros cuatro trabajos de la formación y que, en consecuencia, gustará a todo aquel que disfrutó del giro estilístico tomado por Megadeth un par de años antes y probablemente decepcionará a los puristas seguidores de sus primeros años. Independientemente de ello, se trata de un trabajo sólido como una roca, con una banda más conjuntada que nunca, y plenamente consciente de la senda que quiere seguir. Una senda que apenas tres años antes parecía poco menos que imposible que Megadeth pudiese recorrer, pero que consiguieron transitar con notable éxito.
La primera mitad de la década se cerraba, por tanto, tras unos años en que el género había disfrutado no solo de una cima creativa, sino también de una cima en términos de popularidad. Las cuatro bandas protagonistas de este texto editaron a lo largo de estos años trabajos que hoy día son considerados básicos dentro de su discografía y fueron capaces, además, de modernizar su propuesta sonora con un éxito notable. Todo parecía, por tanto, ir viento en popa para los pesos pesados del thrash norteamericano. Dicha circunstancia, a pesar de todo, y como se tratará en la segunda parte de este artículo, no duraría demasiado.
Puedes continuar el reportaje con la segunda parte publicada en esta misma revista: El descenso a los infiernos del Trash en los 90.