Lume: una fuga al pasado ante un futuro incierto

lume
5/5

En tiempos en los que extraños virus transcontinentales nos enclaustran en la soledad de nuestros cuartos y hogares, tal vez sea momento de echar una mirada al pasado, a periodos más (supuestamente) sencillos a los que escapar de la prisión en la que la realidad se ha convertido. Para ello, hablamos con Eloy Platas de Lume, su último proyecto, y de Faino ti mesmo (Hazlo tú mismo), el álbum con el que lo presenta en sociedad. Con Lume, Eloy nos guía al folclore de su tierra, Galicia, pero siempre con una cuerda atada a la cintura que lo une irremediablemente al aquí, al ahora, a los sonidos industriosos, a la electricidad y a lo experimental, alumbrando un disco -y esto no es una gratuita fórmula periodística- único en su especie.

Esta entrevista es la transcripción de una charla distendida en el estudio de Eloy durante la tarde de un jueves preconfinamiento.

¿En qué momento decides que se puede mezclar lo experimental y el folclore de tu tierra?

Yo andaba con varios proyectos musicales. Uno de ellos (Propaganda 3), estaba orientado al Noise y al ruidismo, pero poco a poco evolucionó. Quería expandirlo un poco más y empecé a meterle guitarras, baterías, etc, y llegó un momento en el que lo que yo grababa era irreproducible en directo y decidí dejarlo. Pero antes de dejarlo, el proyecto, que en un principio se basaba en temática ocultista -Crowley y estas cosas-, fue tomando un cariz más de vuelta a lo atávico, de vuelta a las raíces, de una búsqueda. Aclarar que esto del ocultismo es algo a nivel estético más que otra cosa. Ya al final de Propaganda 3 los discos los empecé a dedicar a las plantas, a la naturaleza, a lo antiguo, a las piedras, etc. En uno de los temas del penúltimo disco cogí un poema de un poeta gallego y empecé a meterle ruido. Ese fue el primer momento en el que vi que la posibilidad de mezclar géneros era real. A partir de ahí probé con diferentes proyectos (Abandon, por ejemplo) y después de mucha búsqueda me di cuenta de que lo que estaba buscando lo tenía delante de mí, es decir, en la música que aprendí de pequeño en mi casa. No necesitaba mirar fuera, buscar otros estilos, etc. No, en casa lo tenía todo. Me di cuenta de que esa música, esas canciones, se podían fusionar -a mi manera “ruidista” de hacer las cosas- de una forma distinta y personal. En 2016 un grupo de amigos organizamos en El Planeta de los Watios (Madrid) un festival llamado Fua Chaval Fest que duró de 12 del mediodía a 12 de la noche y al que fui a tocar casi obligado. Me cogieron y me dijeron “tú tocas” (risas). En ese momento yo ya estaba rumiando lo de Lume, que por aquel entonces se basaba solo en drones hechos con sintetizadores. Allí cogí un par de canciones que están en el disco y dos días antes del concierto me imaginé cómo podía ser y sin más, actué. Fue en un 90% improvisado y la verdad es que salió muy bien. Todo esto me dio confianza para decir: “se puede hacer”. A partir de ahí seguí actuando y viendo qué funcionaba y qué no basándome en los directos. Todos los temas del disco y otros que estoy haciendo a día de hoy se compusieron en directo. Se puede decir que el proceso de composición del disco fue algo público.

¿Algo así como escritura automática?

Algo de eso tiene, aunque no hay ningún espíritu que me posea (risas).

Precisamente Crowley, al que has citado de pasada antes, decía que fue poseído por Aiwass, un antiguo dios, para escribir el Libro de la Ley.

Eso dice. En su, para mí, mejor biografía de las varias que tiene, una escrita por un tío que se llama Richard Kaczynski que tocaba en una banda de progresivo cuyo nombre no recuerdo (ndr: House of Usher), se dice que hasta los 30 años Crowley creía todo lo que decía. Todo cambió para él cuando estuvo en la Golden Dawn y Mathers (Samuel Liddell MacGregor Mathers, uno de los gerifaltes de la Orden Hermética de la Aurora Dorada), que hasta entonces les había prometido que iban a contactar con nosequién y que iban a hacer nosequé, cogió y desapareció. Todos se quedaron a dos velas claro. Crowley, que era un tipo con posibles, viajaba mucho, y se encontró a Mathers poco tiempo después en París, con su mujer trabajando de prostituta, él en la ruina, etc. En ese momento Crowley se dio cuenta de que Mathers había hecho un castillo de naipes de la nada y decidió hacer lo mismo.

Retomando los comienzos de Lume…

Después de los bolos que te comentaba me encontré con un problema gordo. Yo conocía la música, todo gallego conoce las canciones que uso como base, pero una cosa es conocerlas y otra cosa es tocarlas.

Eso era precisamente algo que te quería preguntar. Estuviste en un grupo de folclore gallego si no me equivoco.

Efectivamente. Vi que el mayor problema que tenía yo era que, debido a mi formación autodidacta, estaba acostumbrado a tocar con ritmos de 4/4, etc, y toda la música gallega es a 3/4 y a 6/8. Para mí, la base de la música es el ritmo y yo desgraciadamente era incapaz de reproducir esos ritmos que te comentaba, así que decidí apuntarme a clase de percusión gallega para aprenderlos. En esa misma clase había un grupo de música tradicional al que también me apunté. Estuve año y medio y me integré en el grupo para aprender todo lo que pudiera y poder usar todo lo aprendido en Lume. Lo que aprendí durante ese tiempo, más allá de lo musical, es que el folclore es un elemento de cohesión social. La música tradicional se estructura de tal manera que los que la conocen se pueden sumar a ella.

¿Cómo trasladas todo esto al directo?

Una de mis premisas es no depender de loops y cosas pregrabadas. El 80% de todo lo que hago es en directo. Incluso las percusiones se loopean en directo. Estoy harto de ver a gente (sobre todo dentro de la electrónica) que lo lleva todo grabado. Al final parece más una performance que un directo. En lo mío también hay una parte de performance, pero si hay una guitarra estoy yo con la guitarra, si hay un ritmo, estoy yo haciéndolo en el momento, si hay un efecto en la voz, estoy yo generando ese efecto en la voz. Ahora, junto a un amigo, Pablo Carrillo, estoy tratando de darle un componente audiovisual al directo. Los dos últimos conciertos han sido ya con vídeo. La idea es que en cada canción haya un vídeo que dé un ambiente determinado. Se trata de hacer el mejor concierto real, no grabado, posible. Hay momentos en los que no queda más remedio porque no tengo más manos, en los que tengo que lanzar algún ruidito, alguna cosa, pero es menos del 20% de todo lo que suena. A lo mejor suena un poco estúpido o cursi esto que voy a decir, pero lo que hago lo intento hacer desde la honestidad y con el corazón.

Si lo haces de otra manera suele salir mal. A lo mejor no en términos de visibilidad, pero musicalmente suele salir mal.

Se trata de que el que lo escuche se acerque a ti, no tú a los demás.

Esto es lo que soy, si te gusta, bien, si no, a otra cosa.

Eso es.

¿Siempre has llevado el mismo equipo a los directos o es algo que ha ido cambiando?

No. Al empezar con esto de la música tradicional gallega aprendí a valorar la austeridad de medios. Cuanto menos, mejor. En un principio el equipo era superbásico. Los dos o tres primeros conciertos fueron con un micro, la guitarra, una pedalera y un palo con el que iba haciendo ruidos, nada más. Luego fui incorporando alguna cosa más hasta que que me di cuenta de que, al ser uno solo, no podía ir cargando con muchas cosas. Porque ya no es solo el equipo en sí, también hay montarlo, hay que desmontarlo, añádele el merch que lleves… logísticamente es un problema. Por todo ello, el equipo se reduce al micro, guitarra, palo (risas), una pandereta, unas cunchas y todo ello centralizado en un ordenador que procesa todos los sonidos en tiempo real de los instrumentos y que añade efectos, algún sintetizador que manejo con un controlador midi, un looper y una pedalera midi que me sirve para cambiar todos los presets de guitarra, voz, etc y para controlar el looper. Es lo mismo que llevar 20.000 cacharros, pero todo concentrado. No es lo más ortodoxo, pero siendo uno es lo que me puedo permitir, y además el proyecto en sí está basado en la heterodoxia. Va de intentar hacer las cosas de manera no convencional, y esto forma parte también de eso.

¿Cómo reacciona la gente que no sabe lo que va a ver?

Muy bien. Es algo que me está sorprendiendo mucho. E incluso en conciertos en los que decía: “no se muy bien qué voy a hacer aquí”. El concierto de Torrijos es el mejor ejemplo. Era en un salón de actos. No sabíamos quién iba a venir. Terminaron viniendo señores mayores, gente que no sabía a lo que venía y la verdad es que la acogida fue muy buena. La gente viene, te compra un disco, te felicita… A veces los que hacemos música más, digamos, ruidosa, nos creemos que nuestros conciertos solo los pueden disfrutar gente del rollo, pero hay gente ajena que lo puede disfrutar perfectamente. Fue la leche en Torrijos porque en ‘A danza do Abellón’, que tiene un ritmo como de muñeira, los viejos se pusieron a bailar (risas). Es una enseñanza. Muchas veces nos enclaustramos en nuestro círculo cuando no debería ser así.

Una de las cosas que se advierte al escuchar el disco es que te gusta el Black Metal. Se nota en términos estéticos (por ejemplo en el logo) o en ciertos tips musicales.

Sí, me gusta, pero no siempre me gustó. Si soy sincero, a los 17 o 18 años era siniestro, un clon de Robert Smith, y a los blackmetaleros los teníamos como: “estos van de negro también pero no somos lo mismo” (risas). Y además en aquella época se contaban estas historias truculentas del Black… Pensaba que eran una panda de pirados, hasta que un día me llegó un disco de un grupo noruego que se llamaba Kvist y dije: “esto es una puta pasada”. A través de un buen amigo blackmetalero empecé a adentrarme en grupos como Mayhem, Emperor… los clásicos. Unos me gustaron y otros los deseché.

A pesar de lo supuestamente intransigente que es (era) el Black Metal como género, hay que decir que dentro del metal extremo es probablemente el género que más y mejor ha evolucionado.

Eso es. Es un estilo que, aunque de primeras era muy, entre comillas, cazurro (“lo nuestro es esto y no nos movemos de aquí”), con el tiempo te das cuenta de que se ha abierto un montón y de que está formado por gente muy abierta. Es un género apasionante, ya no hoy, sino desde hace mucho tiempo. Cada cierto tiempo encuentro joyas o me descubren un grupo que me sorprende. Por ejemplo, MGLA. El Exercises in futility es un discazo. O Blut Aus Nord, que empezaron haciendo un Black metal más o menos estándar y han terminado haciendo locuras. El último es pura psicodelia, pero tienen discos como el Mort que son absolutamente disonantes. Es durísimo de escuchar pero es tremendo. Y hay una influencia, o al menos yo la veo, de la música contemporánea de principios del siglo XX, del atonalismo. Es un género muy vivo, muy atractivo y que tiene mucho que ofrecer y para nada cerrado.

El disco lo editan un montón de sellos (Contubernio, Ferror, Sonoplan, LuscoFusco y Batir Records), ¿Por qué tantos? ¿Qué ventajas tiene el hecho de que haya tanta gente involucrada?

Esto fue así: yo grabé el disco, y mi idea era sacarlo solo en digital o en CD y ver cómo funcionaba. La gente empezó a animarme a que fuera más allá y ver si lo podía sacar en vinilo, pero editar en vinilo es caro y no sabía de qué manera afrontarlo. Hubo diferente gente que no se conocía entre sí que se interesó por el proyecto, así que se me ocurrió hacer una fiesta y juntar a todos los interesados con el fin de hacer una UTE, una Unión Temporal de Empresas, de tal manera que si el disco interesaba a varios sellos se pudiera editar conjuntamente. La fiesta resultó bien, los hinché a todos a cervezas, vino y empanada y todos dijeron que sí, así que decidimos ir a por el vinilo. ¿Cosas buenas de hacerlo así? Todas. Con un sello puedes llegar solo a cierto público, con cinco sellos eso se quintuplica. Cada uno aporta un público diferente además. A veces puede haber algún problema de tipo organizativo, pero en general no tiene cosas malas. Siempre he pensado que la unión hace la fuerza y que, como el título del disco dice, las cosas tiene que hacerlas uno mismo. Este disco es la prueba viviente de que, con ayuda, las cosas las puede hacer uno mismo.

Háblame del artwork, ¿Qué buscabas transmitir?

Quería mezclar lo tradicional y lo moderno. Partiendo de esos parámetros les dejé a Igor (IgorCasayjardín) y Raquel (Raquel Bravo) unos instrumentos con los que se fueron de veraneo al norte de España. Raquel hizo unas fotografías con esos instrumentos y cables en la naturaleza que me parecieron una pasada. Igor fue quien se encargó del diseño. Se ofreció a hacerlo y yo confíe en él ciegamente. Los conozco a ambos desde hace tiempo y sabía que todo iba a salir bien.

¿Cómo enfocaste la grabación? Lo digo porque el estilo (mezcla de estilos, más bien) de Lume no tiene casi precedentes. Imagino que sería difícil porque no tenías ejemplos anteriores a los que asirte.

Cuando empecé con la idea de Lume estuve durante tres meses intentando encontrar en Internet, haciendo búsquedas, preguntando a gente, etc, si había alguien hecho algo así. No lo encontré. Si lo hay, el tío está en su habitación. No encontré ningún referente y eso es algo que me impulsó.

¿Cómo compatibilizas el hecho de vivir en una gran ciudad como Madrid con tu intención de llegar con Lume a algo apegado a la tradición?

Soy hijo de una generación que emigró de la aldea a la ciudad, así que me parece algo normal. Culturalmente es continuar con lo que te dieron, pero desde tu realidad. La tradición tiene que evolucionar y adaptarse para sobrevivir, porque si no termina convertida en una fotografía congelada en el tiempo, acaba muriendo convertida en un pastiche. Y siempre lo ha hecho, siempre ha ido mutando, evolucionando e incorporando cosas nuevas. Ocurrió con la aparición de la radio o con las grandes oleadas de emigración que trajeron piezas mexicanas, rumbas, habaneras y otros estilos exóticos que se mezclaron y forman parte ya de la tradición musical gallega. Ocurre y seguirá ocurriendo porque es lo natural. Y yo intento hacer eso mismo desde otra instrumentación, que es el bagaje que me ha traído hasta aquí. La música empezó imitando los sonidos de la naturaleza y ahora nuestra naturaleza es el caos de la gran urbe. Ruido, sonidos artificiales, música sonando constantemente en todos lados, obras, coches, claxons, etc. Yo considero que hago lo mismo que esas gentes que hacían música con lo que tenían a mano imitando los sonidos de la naturaleza que los rodeaba. Lo que ocurre es que lo que yo tengo a mi alrededor es lo urbano, es esta sociedad occidental posmoderna en la que vivimos. Una de las cosas que creo que se notan en toda mi trayectoria es que prácticamente durante toda mi vida hasta el último año y medio he vivido siempre en ciudades donde había obras (risas). Te habrá pasado que vas por la calle, escuchas el ruido de una obra, del tráfico, de lo que sea, y de repente reconoces un patrón melódico en la cacofonía o detectas una cadencia rítmica… creo que mi gusto por el ruido y la distorsión viene de ahí. Al fin y al cabo esa es la “naturaleza” que me ha rodeado gran parte de mi vida.

Qué es Lume

Lume es el último proyecto de Eloy Platas (Propaganda 3, Amodo, Abandon, etc) en el que mezcla música tradicional gallega con sonidos experimentales. Él mismo define Lume como “canción gallega desde la heterodoxia”, descripción más que acertada. Faino ti mesmo es su álbum de debut, editado por Contubernio Records, Ferror Records, Sonoplan, Lusco Fusco y Batir Records. Lo puedes escuchar aquí

Integrantes de Lume

  • Eloy Platas

Discografía

  • Faino ti mesmo (2019) 

Otros artículos relacionados con Lume: una fuga al pasado ante un futuro incierto: