Late for the Sky: De lo subjetivo a lo universal

Jorge García

Unos días antes de que comenzase esta cuarentena surrealista, llegaba a la puerta de mi casa una copia del Late for the Sky (1974) de Jackson Browne. Puede parecer una adición curiosa para la colección de alguien que, como quien escribe estas líneas, escucha mayoritariamente géneros… menos amables que el folk rock setentero, pero lo cierto es que hay poderosas razones sentimentales detrás de esta inclusión en particular. La música de Jackson Browne me hace revivir ciertos años de mi vida (por muy edgy que esto pueda sonar) y los cambios que viví en ese periodo.

Por supuesto, mucho de esto tiene que ver con el momento vital en el que descubrí a Browne y este álbum en concreto, y no pretendo ocultar que me es imposible escribir sobre él eliminando esa lente. Pero, por otra parte, tampoco puedo dejar de creer que una parte de esa resonancia está inscrita en la música en sí misma, y que puede despertar en cualquiera que esté dispuesto a prestarle atención.

late for the sky

El cielo, el agua y el camino  

En cierto sentido, Late for the Sky puede considerarse un álbum conceptual, si bien uno guiado no por una historia central en el sentido clásico sino más bien por el tratamiento de un repertorio temático muy concreto y unas metáforas consistentes en todos sus cortes, al estilo de otros álbumes de la era como Hotel California de The Eagles (de los que Browne fue frecuente colaborador) o Wish you were here de Pink Floyd.

Dicho esto, el disco sigue una suerte de arco narrativo bien definido. Para aportar coherencia, la producción es homogénea en todos los temas y Browne recurre a algunos motivos comunes a lo largo de los ocho cortes, junto a un catálogo armónico muy elemental a base de tonalidades próximas entre sí tratadas con destacable rigor diatónico (posiblemente a tenor del rango vocal relativamente limitado de Browne, ya que esta característica es constante a lo largo de su discografía). La composición, que sirve fundamentalmente como vehículo para la letra, es sencilla en lo estructural y se construye en torno al diálogo entre la voz y el instrumento solista (guitarra eléctrica, lap steel y fiddle magníficamente ejecutados por David Lindley).

Así, la narrativa de Late for the Sky se sustenta en tres pilares simbólicos, ya adelantados por la icónica cubierta (por cierto, un homenaje explícito a Magritte): el cielo, el agua y el camino, establecidos respectivamente en los tres primeros cortes del disco (Late for The Sky, Fountain of Sorrow y Farther On). A partir de ahí, Browne entrelaza las tres imágenes en un diálogo en torno a la premisa central del álbum: la dicotomía entre la expectativa y la realidad.

Para este desarrollo, Browne emplea una serie de protagonistas tomados en ocasiones directamente del acervo cultural norteamericano (El beatnik que se echa a la carretera o el hippie desencantado) y de la experiencia humana universal (parejas, exparejas y amistades) con los que reflexiona sobre el pasado, el presente y el futuro a través de la contraposición de significados opuestos para cada uno de los símbolos: el cielo como esperanza e incertidumbre; el agua como fuerza destructora y renacimiento y el camino como huida imposible y como proactividad por un cambio verdadero.

De lo subjetivo a lo universal

La situación personal de Browne en el momento de la composición y grabación de Late for the Sky proporciona un contexto revelador para entender el conflicto en el núcleo del álbum. A su alrededor el idealismo hippie del que había participado en su juventud estaba dejando paso a la desilusión y la apatía yuppie que acabaron por caracterizar la década de los 70, una transición que le tocaba directamente dado su propio activismo. Con 27 años, había construido una carrera exitosa y había firmado grandes éxitos para otros artistas (Take it Easy para The Eagles o These Days para Nico) y, sin embargo, veía con amargura como muchos de esos otros músicos se abandonaban al cinismo, al hedonismo y a las adicciones (a las que el propio Browne no era ajeno). Por último, acababa de tener un hijo con una mujer que se suicidaría sólo dos años después del lanzamiento del álbum que nos ocupa, meses después de finalmente casarse (un acontecimiento a la luz del cual el tema título parece dolorosamente profético).

Pero por mucho que este clima explique las inspiraciones de Browne y la doliente nostalgia de las melodías tejidas en este disco, el verdadero poder de Late for the Sky no reside en la descripción de una vivencia individual, sino en la síntesis retrospectiva de una experiencia universal: El paso de la juventud a la madurez, de los sueños y proyectos a su verdadero (y a menudo decepcionante) desenlace. Al menos, es por ello por lo que resuena conmigo ahora.

El último tema, Before the Deluge, trata la última pregunta que queda tras esa reflexión: si la resignación es la única alternativa. Para ello, emplea en toda su fuerza la simbología del cielo y el agua, ahora convertida en el diluvio bíblico, como catalizadores de un cambio definitivo hacia una realidad mejor. Algunos críticos han tildado esta revelación de ingenua, yuppie y naif, pero en mi opinión deja lugar a la interpretación inversa: una advertencia sobre esperar el diluvio, un recordatorio de que no existe el borrón y cuenta nueva, de que nunca se vuelve a empezar de cero.