MÚSICA
Grand finale: la improbable unión de The KLF y Extreme Noise Terror
Tha KLF fueron grandes. Muy grandes, de hecho. Por alguna razón, esa grandeza no es recordada hoy en día, al menos no en su justa medida, pero eso no resta ni un ápice de magnitud a este dúo inglés de electrónica bailable (etiqueto con brocha gorda, lo admito) formado en 1987 por Bill Drummond y Jimmy Cauty. Más allá de lo musical, en lo que todo es discutible, esa grandeza viene dada por hechos objetivos -su sencillo “3AM eternal” fue número uno en los charts de 1991 y vendieron más singles que nadie ese año, por ejemplo-, pero responde también a criterios que trascienden la rigidez numérica. Lo narrado en este artículo es solo una prueba más.
Confusión y dinero
El gusto por el simbolismo y el caos de The KLF era bien conocido. Sus actos, en ocasiones simples maniobras publicitarias, en otras acciones que entroncaban, de manera más o menos voluntaria, con el más puro pensamiento mágico, se encargaron de sembrar confusión en público e industria. Así, The KLF son conocidos, además de por su obra musical, por otro tipo de obra que podríamos definir como una mezcla entre extrañeza dadaísta y rebeldía techno/punk. Lo más sorprendente (o no) es que el mainstream fue capaz de absorber la mezcla con su habitual glotonería, transformando al dúo en una máquina de hacer dinero, muy a su pesar.
Fue precisamente el dinero uno de los principios rectores de la carrera de The KLF, pero no de la manera habitual, es decir, mediante su eterna búsqueda y multiplicación, sino a través de un desprecio casi filosófico hacia la “institución”.

Un ejemplo: el álbum 1987: What the fuck is going on? de The Justified Ancients of Mu Mu, precedente directo de The KLF del que hablaremos a su debido tiempo, estaba plagado de samplers no autorizados. Uno de los más evidentes -tampoco es que se esforzaran mucho en esconderlo- era el de «Dancing Queen» de ABBA. Ante las amenazas de emprender acciones legales por parte de los abogados de los suecos, The KLF retiraron el disco del mercado y arrojaron los LPs restantes al Mar del Norte, precisamente en el ferry que los llevaba de Suecia a Inglaterra tras un infructuoso intento de acercamiento.
No menos célebre es su famosa quema de un millón de libras, hecho que da nombre al genial libro de John Higgs -editado en España por Libros Walden– que repasa e interpreta, más o menos libremente, las andanzas de estos excéntricos ingleses. Resumiendo mucho: tras la disolución de la banda, sus dos componentes deciden trasladarse a una remota isla británica, junto a un periodista, resueltos a quemar un millón de libras: gran parte del beneficio económico que generaron en su carrera. Cumplen: el millón de libras es quemado y el acto es grabado en vídeo. Cercenaban así el último lazo que les unía a la industria musical.
Conspiradores necesarios
Extreme Noise Terror (ENT) nacieron en Ipswich (Inglaterra) en 1985, y el crudo y extremadamente veloz hardcore que practicaban en sus inicios deveniría en un incipiente género, el grindcore, al que vieron nacer junto a bandas como Napalm Death o Carcass. ENT tomaron el testigo donde lo habían dejado bandas como Lärm -su nombre, de hecho, proviene del inserto de un LP de estos últimos-, y llevaron la tradición del hardcore/crust de sus orígenes a una nueva y violenta dimensión.
A pesar de su carácter pionero, ENT no eran especialmente conocidos fuera de los relativamente reducidos círculos del metal y el punk más extremo. Su propuesta, ruda y política, no podía ser del agrado de la industria británica. Así, lo más cerca que la banda estuvo del gran público fueron las sesiones a las que fueron invitados por John Peel para grabar en la BBC; hasta tres a lo largo de los años. Precisamente el hecho de estar bajo el radar, unido a su agresividad sin tapujos, fue lo que convirtió a Extreme Noise Terror en los cómplices idóneos para lo que Drummond y Cauty se traían entre manos.

1992: el incendio final
Si 1991 supuso la consagración pública de The KLF gracias a las millonarias ventas y a una gran presencia en los medios, 1992 fue el año de la apoteosis; la gran deflagración final con la que pusieron punto y final a una carrera tan corta como intensa.
En febrero de 1992 el dúo fue llamado a actuar en los BRIT Awards, en el mítico Hammersmith Odeon de Londres, donde además se harían con el premio a mejor banda -compartido con (ojo) Simply Red-. La Industria, con mayúscula, aquella contra la que habían despotricado amargamente, los arrullaba y mimaba como lo haría un padre orgulloso. Tenían que hacer algo al respecto.
Y lo hicieron. La actuación ha pasado ya a la posteridad como uno de los momentos más bizarros de la historia de la televisión británica. The KLF y Extreme Noise Terror salieron a escena y descargaron una cacofónica y ultraveloz versión de “3AM eternal”. Bill Drummond, apenas audible entre el marasmo de ruido reinante, declama con rapidez una letra ininteligible mientras viste un tres cuartos de cuero y un kilt escocés y se sostiene con una muleta –se había lesionado poco antes-, cual veterano de Vietnam. Al final de la canción, puro en boca, saca una ametralladora y dispara con saña (y balas de fogueo) hacia la platea. El público aplaude incrédulo. Unas señoras miran, escandalizadas y circunspectas, más allá de la cámara. Billy Bragg se descojona.
Los mercaderes del templo
El nombre de The Justified Ancients of Mu Mu, precedente y alter ego hip-hop de The KLF surgido en 1987, provenía de una antiquísima sociedad secreta aparecida en “The eye in the pyramid”, el primer volumen de la trilogía literaria Illuminatus. Hace más de 4000 años, en Babilonia la religión giraba en torno a la figura del dios Marduk. Los sacerdotes de Marduk, que detentaban un gran poder, generaban cuantiosísimos beneficios económicos provenientes de la usura y el monopolio. The Justified Ancients of Mummu -como los llaman en el libro, en lugar de Mu Mu- “querían librarse de la usura y del monopolio, así como del resto de estiércol de la sociedad”. El dinero, o su robo, estaba ya presente en el origen de The KLF.
La actuación de los BRIT Awards fue interpretada como un muy sonoro y algo infantil fuck off dirigido a esos gerifaltes de la industria musical que, sin ser conscientes aún de lo que se les venía encima -internet y las plataformas de descargas p2p-, dominaban el escenario a su antojo como hacían los sacerdotes de Marduk en su día. Para la prensa y gran parte del público la banda se había convertido en una especie de broma, sin embargo, Drummond reivindicaba el carácter sincero de sus actos. “Todo lo que hacemos emerge desde lo más profundo de nuestra alma y la gente lo convierte en una especie de juego. Es deprimente”, afirmaba en una entrevista al día siguiente de los BRIT.
Como dice John Higgs en el anteriormente citado “Caos y Magia: La banda que quemó un millón de libras”, la actuación con Extreme Noise Terror fue el comienzo del fin para The KLF. Tras ella, comprendieron que no solo no podían luchar contra la industria, ni siquiera jugar con ella, sino que además ésta se había adueñado de su alma desde hacía ya mucho tiempo. Solo quedaba poner pies en polvorosa.

Unos tres meses después de los BRIT Awards The KLF dejaron de existir. Borraron todo lo que tenían grabado, incluidas las sesiones de The Black Room, un álbum conjunto con Extreme Noise Terror que iba a ser una especie de continuación conceptual del exitoso The White Room (1991). Huyeron temporalmente del Reino Unido. Pasaron a llamarse The K Foundation y se centraron en producir y realizar actos artísticos -no musicales, se entiende-. Quemaron el dichoso millón de libras y, al fin, recuperaron su alma.